Los Muertos de Olvido

“Vivirás mientras viva el último que te recuerde” ~Coco*

Algunos oficiales paraguayos no fueron alcanzados por la muerte durante la contienda contra la Triple Alianza. El fin les llegó después y además del que les tocara, también “murieron de olvido”. En algunos casos, porque tuvieran una actuación poco decorosa en el frente; o porque sin alternativas de lucha, sin armas ni municiones y acosados por la debilidad, tuvieron que resignar sus banderas frente al enemigo. Y alguno más, porque tras la guerra eligiera un bando distinto al de quienes tenían el poder de las armas o eran los patrones del “nuevo orden” impuesto por la “civilizada Constitución”. 

Muertos en vida

Entre los “muertos de olvido” que dejó la larga resistencia paraguaya, se destaca la figura del Teniente Coronel Antonio de la Cruz Estigarribia, Comandante de la división sobre el río Uruguay, quien capituló “sin disparar un sólo tiro” en Uruguayana, el 18 de setiembre de 1865. Llevado al Brasil como prisionero, no se supo de él hasta poco antes de concluir la guerra, cuando -nota mediante- se ofreció a Pedro II para pelear junto a las fuerzas del imperio “contra el tirano de su patria”

El monarca ni siquiera respondió la oferta. Es que el desatinado Mayor Laku, si ya no tenía entonces valor militar ni prestigio de combatiente, tampoco fue adornado con las luces de la inteligencia. Aunque por este detalle, el error de haber sido puesto al frente de una misión tan vital para la suerte de la guerra, debe trasladarse -sin ninguna discusión- al mismo López. 

Oriundo de Yaguarón, Estigarribia contaba al momento de su defección en Uruguayana, con 40 años de edad. Y era, según una descripción del canónigo Pedro Gay, “… alto, trigueño, ni grueso ni delgado, incorrecto en el español, expresándose casi siempre en guaraní, buen militar, muy perito para hacer maniobrar a la tropa, y en el resto, torpe, grosero y repulsivo".

Coronel Francisco Martínez.

En la medianoche del 23 de julio de 1868, los estrépitos de la cohetería y los sones de la banda musical en Humaitá, precedían -como todos los años- a los homenajes tributados al Mariscal por su onomástico. Pero en esta ocasión tenían un propósito distinto: disimular el sigiloso abandono del contingente paraguayo de la fortaleza que, bajo el mando del coronel Francisco Martínez, se hallaba sitiada desde el 9 de Julio anterior. Este oficial también tenía la responsabilidad de poner a salvo a mujeres y niños, además de soldados heridos refugiados en el bastión. Todos hambrientos y al borde de la inanición. 

El procedimiento de escape diseñado por el Mariscal, se iniciaba en aquella medianoche y cuando los aliados se percataron del hecho dos días más tarde, sitiaron nuevamente a Martínez y a su gente frente a Humaitá. Allí, en Isla Po’i, estrecha lengua de bosque entre el río y la laguna, el jefe paraguayo capitularía 10 días mas tarde, tras varios intentos de romper el cerco. Reconocido como un héroe hasta por sus adversarios que se acercaban respetuosos a verlo y tocarlo con admiración, Martínez fue trasladado a la retaguardia aliada. 

No sabía todavía entonces que en represalia por su “claudicación”, su esposa Juliana Insfrán de Martínez sería azotada, apaleada y torturada varias veces para ser finalmente violada, "por orden superior”. Terminando ejecutada en Potrero Mármol, el 21 de diciembre de 1868.

Francisco regresaría al Paraguay finalizada la guerra para morir -otra vez- pocos años mas tarde, agobiado por los recuerdos y la burocracia de un miserable puesto público que le otorgaron “como premio" a su sacrificio. Pero si fue radiado de la “historia oficial”, también se pretendió borrar su recuerdo de la memoria colectiva. Pues el 11 de diciembre de 1961, su nombre fue eliminado de una calle de Asunción para ser suplantado por el de un dignatario extranjero. La disposición de la Junta Municipal ratificada por la ley Nº 890 del Congreso Nacional, se produjo el 15 de Agosto de 1963. Eran los “tiempos felices”…

“¡Resiste Eduvigis …!”

El brillante protagonismo del Mayor Eduardo Vera durante la contienda de la Triple Alianza, fue borrado tras su rol como Jefe militar del atraco al Cuartel de Policía, el 18 de octubre de 1891. Testigos contaron que, desangrado y en los umbrales de la muerte, Vera repetía las que fueron sus últimas palabras: "¡Resiste Eduvigis!...¡Resiste Eduvigis!” … recordando tal vez, el incidente que le costó la vida a su Jefe, el general José Eduvigis Díaz, unos 24 años atrás. Porque durante la guerra, fue asistente del vencedor de Kurupa’yty y participó junto a él, en la brillante acción del 22 de setiembre de 1866. Muerto Díaz y ya al mando de su propia tropa aunque a pié y armados sólo con sables, Vera y "160 hombres seleccionados" aniquilaron a una tropa brasileña instalada en Paso Po'i, "en la madrugada del 25 de Diciembre de 1867". Las banderas conquistadas en esta acción fueron enviadas a Asunción para ser exhibidas al pueblo, por orden del propio López y Vera fue condecorado con la Orden Nacional en el grado de Caballero.

Participó igualmente en el asalto a los acorazados brasileños en la noche del 2 de Marzo de 1868. Cuando encerradas las tropas del coronel Martínez en Isla Po'i, Vera rompió el cerco en medio de la laguna homónima "tras una de las más encarnizadas batallas de canoas que registra la guerra”

Finalmente y tras la derrota paraguaya en Ka'aguy Juru, el 18 de Agosto de 1869, se refugió en los montes junto al coronel Pedro Hermosa y unos pocos sobrevivientes. Consumidos por la fatiga y el hambre, se entregaron a las vencedores algunas horas más tarde.

Pero tras aquella “aciaga” fecha de 1891, el Sargento Mayor Eduardo Vera fue condenado al olvido absoluto de su nombre en la historia nacional. Hasta que la Junta Municipal de Asunción hizo algo de justicia nombrando una calle de Asunción en su homenaje en 1992.

Olvidados y anónimos.

El 4 de Mayo de 1865, “Laku” Estigarribia partía desde el campamento de Pindapoy con 8400 hombres para el inicio de la “Campaña del Sur”. Después de un mes de marcha, envió al capitán José del Rosario López a la cabeza de 400 hombres para hacer frente a una posible amenaza brasileña en la retaguardia de la columna. López y los suyos, todos oriundos de Ca’azapa, llegaron a las costas del río Mbutuy, el 25 de junio. La corriente se hallaba desbordada por las recientes lluvias y el oficial no contaba con embarcaciones para vadearla. Se impuso entonces a un largo desplazamiento buscando lugares propicios para el cruce. 

Pero ya percatado de sus movimientos, los coroneles brasileños Fernández Lima y Alves de Mesquita avanzaron sobre los ka’azapeños con 3.500 jinetes aprisionándolos contra los bañados del río, a las cinco de la mañana del 26 de Junio. Después de de once ataques sucesivos y cinco horas y media de lucha en el intento de aniquilar al reducido contingente paraguayo, las fuerzas del Imperio abandonaron el campo de batalla. Habían sufrido cerca de 800 bajas entre muertos y heridos. López había perdido 116 soldados y 120 quedaron heridos. En el momento de la retirada ya no quedaban sino 160 en condiciones de luchar.

Tan honda impresión causó aquella defensa que, el propio general brasileño David Canabarro apuntó en su informe: "...Es la fuerza de mas disciplina y orden que he visto. No se rinden y ya ve que un solo prisionero hemos tomado". Otras fuentes mencionan que "...indignado por la conducta de sus soldados (...) el Emperador del Brasil ordenó que fuesen sometidos a un Consejo de Guerra"

Cuando la noticia de la heroica actuación de los ka’azapeños en Mbutuy llegó a la retaguardia paraguaya, el Mariscal consagró a López como ejemplo de valentía y coraje para el resto del ejército paraguayo.

Reunido finalmente con la columna de Estigarribia en Uruguayana, José del Rosario no se rindió en la plaza el 18 de setiembre ni desfiló frente a Pedro II y los demás jefes aliados. De alguna misteriosa manera, escapó del sitio después de varios intentos para convencer a Estigarribia de cualquier salida militar que no pasara por la rendición. Y ante la claudicación de su jefe, quemó la bandera de su Regimiento 27 para que "no cayera en poder del enemigo” … y desapareció de Uruguayana.

Once días después, arribaba al campamento del mayor Cárdenas, jefe de la tropa enviada en auxilio de las que habían sido sitiadas. Inicialmente detenido e incomunicado, José del Rosario fue exonerado de cualquier acto indigno en contra de su patria pero tras ser liberado y esperando ”una decisión definitiva del mariscal López" sobre su destino, sólo tuvo el silencio. Ninguna crónica lo mencionaría en adelante, ni como sujeto de prisión, fusilamiento ... o protagonista en alguna acción. 

De la misma manera misteriosa en que desapareció de Uruguayana .… el capitán José del Rosario López, desapareció de la historia.

Un “muerto de olvido” que murió por la Patria.

La batalla de Potrero del Sauce fue librada entre el 16 y el 18 de julio de 1866. A las seis y treinta de la mañana del 18, se definiría la lucha. Las divisiones aliadas se encolumnaron tras el Sargento Mayor Marcelino Coronel que oponiendo una calculada resistencia, indujo la persecución a una fuerza conjunta encabezada por el comandante uruguayo Elías, el coronel argentino Cesáreo Domínguez y el general brasileño Victorino José Carneiro Monteiro, para que fueran detrás de su columna.

Cuando el contingente enemigo ingresó a la abertura del bosque persiguiendo a Coronel y sus hombres, el resto de la fuerza paraguaya atrincherada a ambos lados del “boquerón”, rompió fuego mientras la fuerza aliada intentaba -inútilmente- abrirse paso "a través de aquel infierno".  La celada que tuvo a Coronel como “cebo” funcionó a la perfección pero también significó la muerte de su protagonista. Ya había sido herido en el combate de Tujuti, apenas 20 días atrás y aún convaleciente fue convocado a defender la Punta Ñarö del Potrero del Sauce, comandando el batallón Nº 9. 

A través del tiempo y la distancia, el sacrificio del Sargento Mayor Marcelino Coronel, todavía parece completamente inútil. 

Nada y nadie lo recuerda.

* Coco, film de Adrián Molina y Lee Unkrich, 2017.