Mensajes Tendenciosos

unnamed.jpg

Re envié el gráfico incluido aquí por la vía que me llegó (el Whatsapp), y como no manejo bien los medios, algunos de mis destinatarios entendieron que yo estoy de acuerdo con el texto enviado. 

Lo siento. El hecho me obliga a ser más explícito en mi rechazo a dicho contenido.

El mundo está mal. Muy mal. Y la epidemia de mediocridad, de perversidad y de distorsiones morales nos vienen de hace mucho tiempo. Pero si medimos la cantidad de años, o de países gobernados por gobiernos de derecha o izquierda, nos daremos cuenta que hemos sido gobernados por los Franco, Pinochet, Trujillo, Rojas Pinilla, Pérez Giménez, Stroessner, Somoza, Salazar y otros especímenes de la misma calaña, mucho más tiempo que la breve vigencia de gobiernos de izquierda. 

La diferencia es abismal, tanto que si se midiera la responsabilidad por lo que nos pasa hoy, las desigualdades, pobreza, discriminación, falta de educación y de salud, etc. que nos victimizan son más achacables a la derecha que a la izquierda. Entonces, ¡mucho cuidado con la simplificación de fenómenos que son más complicados que la simple descalificación al adversario! 

Es posible que muchas personas de derecha no se sientan cómodas si se los identificara a los mencionados más arriba, así como muchos de izquierda no concordamos con las conductas y actitudes de nuestros referentes locales, ni con el desprecio a la democracia que exhiben o exhibieron los Morales, Chávez, Maduro, los “K”, Q o X. Tampoco aceptamos que se los quiera alinear a algunos de ellos con calificativos de marxistas cuando no conocerían un libro de Marx, ni siquiera por las tapas. El propósito es tan torpe que da risa cuando los titulares de nuestros medios “independientes”—los de mayor circulación, los que más se escuchan o ven, pertenecen a tres personas, casualmente enrolados en la derecha nacional—califican a ciertos dirigentes como marxistas. ¿No es esto lo que se conoce como fake news?

El mundo es hoy demasiado diverso como para seguir apelando al “cuco” de que hay que temer y desconfiar del que piensa diferente, porque si decimos que somos democráticos es que tendríamos que serlo. Y ser democráticos no es otra cosa que aceptar esa diversidad que, si negada o postergada, va a desatar los conflictos que empiezan a evidenciarse en todo el mundo. Ya verán que si tenemos un Trump en EE.UU, ¿porqué no tendríamos un Bolsonaro en Brasil? ¿O un Salvini en Italia?

Pero esto no es nuevo: otros líderes de la olvidadiza y xenófoba Europa lanzaron entre 1870 y 1920 sobre América cerca de 50 millones de desarraigados (25 millones de Italia solamente). Lo simpático es que estos personajes sólo se hacen visibles si surgen en un país del Primer Mundo. A nadie le preocupó cuando El Salvador, Guatemala, Bangladesh o Arabia Saudita, tuvieron a personajes semejantes en el gobierno, muchos de ellos sin elecciones y vigentes por décadas enteras.

El desprecio a las diferencias y las distorsiones de la realidad que buscan endilgar defectos a los otros, para ocultar los propios, producen la tragedia de entidades nacionales divididas entre “nosotros” y “ellos” con cada grupo pretendiendo acaparar virtudes por el simple hecho de adjudicar al resto todos los errores.

Vean lo que sucede en Brasil, Argentina, España, Chile donde los actores políticos critican desde la oposición a los gobiernos vigentes sobre delitos que ayer nomás, ellos estaban cometiendo.

Mi atrevimiento para escribir esto, se debe a dos motivos:

  1. Recibo (y leo) mensajes como el de abajo, todo el tiempo. No replico. Conozco a las personas que las envían y acepto que pensamos diferentes.

  2. Soy miembro de una familia humilde, originariamente pobre y campesina, hijo de un obrero maltratado pero que conservó la decencia hasta la tumba, y me alisto en la izquierda democrática que sueña con un futuro mejor del que tenemos. (Y a propósito, aunque en defensa de la cultura—“componente fundamental de la respiración humana" que la derecha no siempre valora—he dejado mi visión de las cosas, desde la izquierda.)

El escrito más abajo fue publicado en ABC, hace ya más de 10 años:

La cultura no es para mentir

Para desaire de los expertos en marketing o de los productores de reality shows, la cultura no es para entretener (aunque nos embelecemos frente a una obra de arte) y para desilusión de los políticos, con la cultura no se miente…. no se puede mentir.

La cultura tampoco es para vender nada. La cultura sólo sirve para que seamos mejores, social y humanamente más eficientes, para que nos reconozcamos en el otro y respetemos las diferencias que distinguen a los seres humanos. Es para entender que ninguna diferencia es un menoscabo: ni las físicas, ni las operativas, ni las mentales, mucho menos las políticas o partidarias.

La cultura sirve para manifestar nuestros talentos, nuestras sensibilidades, nuestras habilidades, nuestra visión del mundo. Sirve para comunicarnos mejor, para entendernos mejor, para respetarnos más. 

La cultura permite admirar y enaltecer los logros de la raza humana. La cultura sirve para honrar al hombre y su enorme capacidad de superarse y separarse de sus ancestrales (y todavía persistentes) atributos de bestia. Es para que nos regocijemos con lo que podamos ser u obtener para vivir decentemente; para comprender que no hace falta demasiado dinero para ser feliz y que a veces, ni siquiera hace falta para admirar y disfrutar de la belleza de la creación.

Para esto último, es indispensable la cultura, y para convivir con nuestros semejantes y con las otras especies; para conservar nuestro planeta; para proyectar una colectividad humana mejor, más saludable, consciente y responsable; para vivir con dignidad.

Y por todas estas razones, no se requiere justificar ante los que niegan su trascendencia o menoscaban su eficacia, la necesidad de que la cultura tenga que generar o producir dinero. Porque en todo caso: 

La cultura es para que el dinero o los bienes de la tierra sean mejor utilizados, en lo necesario y en lo justo, y que alcancen para todos.