Lomas Valentinas: La batalla de los siete días

La batalla de Lomas Valentinas se confunde con la de Ita Yvate, pues en la región se encontraban varias colinas "a cortas distancias unas de otras" y cuyo conjunto recibía el nombre de Lomas Valentinas. Cada una de las elevaciones ha tenido—y tiene—su nombre específico: Kumbarity, Takuruty, Loma Acosta, Potrero Mármol e Ita Yvate. 

En la víspera se circuló el “santo y seña”—el código de acceso y circulación—entre la fuerza dispuesta por el Mariscal para la batalla. Dicho santo y seña había sido redactado por el propio Solano López y decía: “He de quedar aquí o he de morir con vosotros”. 

Todo listo para el asalto a Ita Yvate y reunidos los escasos contingentes que le quedaban, el Mariscal distribuía aquel lema pensando que tal vez, sería la última batalla. Dos calificados testigos tendría el inminente enfrentamiento: el ministro norteamericano Martin Thomas McMahon (1838 – 1906) y el mayor prusiano Maximiliano von Versen (1883 – 1893).

Pero en el día asignado para la gran batalla, en aquel 21 de diciembre de 1868, dos hechos graves anticipaban los terribles días que se avecinaban: la caída de Pikysyry y los fusilamientos en Potrero Mármol.

Caída de Pikysyry 

El desembarco brasileño en el pueblo de San Antonio convirtió las fortificaciones de Pikysyry en una línea completamente inútil. Ya en forma tardía, el Mariscal intentó remediar el contraste con la construcción de una trinchera que partiera de Angostura hacia el Cuartel General. Pero para concretar esta tarea heroica faltaban brazos, y el enemigo ya se hallaba a escasa distancia.

Se limitó López a fortificar algunos de los puntos más débiles de la loma de Ita Yvate emplazando en ellas algunas piezas de artillería. Mientras tanto, el ejército de la Alianza había acampado en Villeta, esperando el momento del ataque final. El 21 de diciembre, una columna de caballería bajo el mando del general Andrade Neves sorprendió a la guardia apostada en el Potrero Mármol arrebatando 3.000 vacunos allí guardados para el abasto del ejército paraguayo. Otra columna bajo la conducción del general Juan M. Mena Barreto se dirigió hacia el Pikysyry. 

Las tropas que guarnecían aquellas trincheras, conformada con 1.000 hombres tuvieron que saltar del otro lado de los parapetos, para resistir a la terrible carga que se les traía por detrás. Como era de preverse, la enorme diferencia de fuerzas y la desprotección del sistema defensivo atacado por la retaguardia, permitieron a los brasileños romper fácilmente las líneas paraguayas, por lo que parte de éstas—en desorden—se refugiaron en Angostura. En el arrollamiento, habían muerto aproximadamente 600 y 200 fueron tomados prisioneros, 100 de ellos heridos.

Algunos oficiales como el mayor Solís y el capitán José Manuel Montiel mantuvieron la compostura de sus fuerzas y se retiraron hacia el abrigo del campamento de Ita Yvate.

Fusilamientos en Potrero Mármol

Inmediatamente antes de iniciarse la batalla de Lomas Valentinas y como resultado de los sumarios realizados en el anterior campamento de San Fernando, eran ejecutadas—entre otras—las siguientes personas: el obispo Manuel Antonio Palacios; el ex ministro de Relaciones Exteriores, José Berges; el ex ministro de Guerra y Marina y cuñado del Mariscal, general Vicente Barrios; el vice-cónsul portugués, José Leite Pereira; el deán Eugenio Bogado; el padre Juan Bautista Zalduondo; el capitán italiano Simón Fidanza y las señoras Dolores Recalde, Juliana Insfrán de Martínez y María de Jesús Egusquiza. Todos ellos fueron acusados y condenados por haber participado de un supuesto complot contra el gobierno de López, golpe que habría contado con el conocimiento y respaldo de las fuerzas de la Alianza.

En el sitio—perdido y abandonado, como la mayoría de los escenarios que albergó la guerra—aún permanecen algunas antiguas cruces de madera, como testimonio de que los restos de estos infortunados todavía siguen en el lugar ... esperando.  

Batalla de Lomas Valentinas: 21 de diciembre de 1868 al 27 de diciembre de 1868. 

Ya no quedaba al ejército paraguayo más que el reducido contingente congregado en Ita Yvate. Esta loma era defendida personalmente por López. Todo el contingente que pudo reunir no superaba los 6.000 o 7.000 hombres, según Juan Crisóstomo Centurión. El coronel George Thompson le adjudica menos: sólo 4.000.

Día 21 de diciembre

La columna del general Mena Barreto había desarticulado las defensas del Pikysyry. El duque de Caxías tenía ya instalada su artillería en la loma del Kumbarity y otra columna contorneaba las posiciones paraguayas hacia el Potrero Mármol, completando el cerco. Sólo faltaba la orden de ataque.

Antes, muy temprano, también se habían escuchado los disparos que segaron la vida de los fusilados en Potrero Mármol. Pero ya después del medio día, a las tres de la tarde y en traje de gala, las tropas aliadas iniciaron el avance desde Villeta. Lo hicieron en dos columnas, dirigiéndose una hacia el flanco izquierdo de la loma y la otra hacia su mismo centro. En cuanto se encajonaron por el camino los paraguayos "… vomitaron sobre las columnas los cañones que lanzaban metrallas, bombas y balas sólidas, causándoles horribles estragos (...) volando por los aires fragmentos de cuerpos humanos y el suelo convertido en un reguero de sangre". 

Pero el número de combatientes aliados cubrían todos los claros que dejaba esta mortífera artillería. Finalmente llegados a las trincheras, empezaba el combate cuerpo a cuerpo—a lanza, sable y bayoneta. Hubo momentos en los que las fuerza aliada amenazaba penetrar al mismo Cuartel General paraguayo aunque recompuestas las líneas de rifleros que defendían el sector, los invasores eran nuevamente rechazados.

Mientras, el combate seguía en las proximidades de la posición del Mariscal. Algunos de sus acompañantes o miembros de su Estado Mayor caían a su lado, heridos o muertos pero “el hombre estaba inmutable”, comentarían los que estuvieron en ese lugar. Los asaltos se repetían una y otra vez, pero para ventaja de los paraguayos, los brasileños se hacinaban en columnas, lo que facilitaba la concentración del fuego. Si se hubieran desplegado—comentaba Centurión—hubiera sido fácil dominar la resistencia paraguaya.

Finalmente, cesaron los avances y comenzó la retirada aliada. 

En aquel primer día en Lomas Valentinas, las acciones culminaron con clara victoria paraguaya, comparable a la de Curupayty de acuerdo a la apreciación del coronel Garmendia. Pero a diferencia de aquel combate, el costo había sido tremendo pues el número de muertos paraguayos sobrepasaba los 3.000; ya no quedaban sino 90 hombres sanos. 

Las pérdidas aliadas también fueron cuantiosas: más de 6.000 bajas, entre muertos y heridos.

Día 22 de diciembre

Tan desarboladas quedaron las fuerzas brasileñas en el transcurso del día anterior, que algunas fueron completamente disueltas. Por lo mismo, Caxías solicitaba también al general Gelly y Obes, el concurso de las fuerzas argentinas. Aparentemente, la intención del mariscal brasileño había sido la de acaparar en la última batalla, todos los laureles de la victoria, detalle que le indujo a prescindir inicialmente del componente argentino. 

Pero si el ejército aliado tenía recursos humanos disponibles para suplir a los que estaban cansados—como expresó Gelly y Obes a Caxías—, a López ya no le quedaban hombres sanos. Ordenó a Centurión a recorrer las líneas para verificar lo que ya podía darse como evidente: que todo el contingente disponible estaba en deplorables condiciones. Los soldados no habían probado bocado el día anterior. También mandó el Mariscal que el mismo Centurión con cuatro soldados y un sargento, saliera a recoger pertrechos de los muertos enemigos. “Volvimos” escribía Centurión, “cargados de baulillos llenos de pertrechos".

Día 23 de diciembre 

Con el aporte de los 9.000 argentinos de Gelly y Obes—contingente que incluía al resto de los 800 hombres del ejército uruguayo—los aliados se limitaron a realizar rodeos y reconocimientos militares para los próximos asaltos. Mientras tanto, López aprovechó la jornada para recomponer sus fuerzas. 

Aprovechó también la no declarada tregua, para redactar un nuevo testamento. Mediante el mismo, realizaba "donación pura y perfecta" de todos sus bienes, derechos y acciones personales en favor de la señora Elisa Lynch. Firmaban como testigos, el coronel S. Aveiro y el capitán J. C. Centurión.

En cuanto a la fuerza disponible, a las maltrechas unidades que le restaban, se sumaron algunos refuerzos que pudieron arribar desde Cerro León, Ca'apucú y el Paso del Ypoá. Ya sin instrucción ni edad suficiente para afrontar las rudezas del combate, el aporte militar de estos adolescentes, casi niños, sería más simbólico que real. 

En el transcurso de este día, también abandonaba Ita Yvate el ministro norteamericano McMahon. Iba con la compañía de los hijos de López dirigiéndose hacia Piribebuy, donde ya se había instalado la capital desde el 8 de diciembre anterior.

Día 24 de diciembre

La mañana se iniciaba con el izamiento de una bandera de parlamento en el campamento aliado de Loma Acosta. Cesado el fuego, un oficial parlamentario partió de cada lado para encontrarse en un punto equidistante. En el acto fue entregada una intimación de rendición a López "… para que en el plazo de 12 horas contadas desde el momento en que la presente nota le fuese entregada (...) deponga las armas, terminando así esta ya prolongada lucha".

El documento tuvo la inmediata respuesta del Mariscal. Al rechazar la intimación, en la que los aliados hicieron constar la importancia de los recursos con los que todavía contaban, López respondió: 

"Con la experiencia de más de cuatro años de que la fuerza numérica y esos recursos, nunca se han impuesto a la abnegación y bravura del soldado paraguayo, que se bate con la resolución del ciudadano honrado y del hombre cristiano, que abre una ancha tumba en su patria, antes que verla ni siquiera humillada (…) no tienen derecho a acusarme ante la República del Paraguay, mi patria, porque la he defendido, la defiendo y la defenderé todavía. Ella me impuso ese deber y yo me glorificaré de cumplirlo hasta la última extremidad, que en lo demás, legando a la historia mis hechos, sólo a mi Dios debo dar cuenta".  

Esta nota fue conducida hasta el campo aliado por el coronel Aveiro, con la asistencia del recientemente ascendido mayor Panchito López, hijo del Mariscal.  

Coincidentemente, en este día renacía el Batallón 40. Una orden de López disponía la re-organización del famoso contingente creado por José E. Díaz, en los inicios de la guerra. Para el efecto, nombraba al teniente coronel Julián Godoy quien apeló para el cumplimiento de su cometido a "… los oficiales heridos menos graves y 400 niños de 12 a 14 años" productos de las levas realizadas en los últimos días. Adquiría entonces materialidad numérica la unidad que había sido exterminada en la batalla de Avay, el previo 11 de diciembre.

Día 25 de diciembre 

El fuego de los cañones y el humo de las bombas adornaban en Ita Yvate la sangrienta Navidad del '68. Desde tempranas horas de la mañana, las 46 piezas de la artillería aliada fueron colocadas en semi círculo frente a las líneas defensivas paraguayas. En las tres horas siguientes, arrojarían cerca de 3.000 cañonazos a semejanza de los peores días del sitio a Humaitá. Finalizado el bombardeo, se dio inicio al avance de la infantería aliada sobre el ala derecha paraguaya contando dicha ofensiva con el permanente apoyo de la caballería. 

Los sucesivos asaltos eran rechazados por las fuerzas de López, aunque a costa de grandes pérdidas. Al Mariscal ya no le quedaban sino 1.000 hombres, mientras que de los 32.000 efectivos con que los aliados habían iniciado la batalla, todavía estaban en pie y sanos, unos 20.000.

Uno de los últimos intentos de las fuerzas paraguayas para romper el cerco aliado hacia el norte, hizo que un pequeño destacamento fuera completamente aniquilado al estrellarse contra la caballería aliada. En esa misma tarde, otro encuentro de las mismas características se producía en el lugar conocido como Peguaho.

Al finalizar la jornada, López escribía a Thompson, todavía expectante en Angostura: "… Por aquí toda va bien y no hay por qué temer". Pero la realidad era que ya no le quedaban hombres, ni armas, ni municiones. Tampoco artillería.

Día 26 de diciembre

La guarnición que cuidaba la capital se dirige al teatro de operaciones, pero el tren llega tarde. Ya cada vez con menos efectivos y en previsión a la prolongación de la batalla en las lomas, el Mariscal ordenaba al ministro de Guerra y Marina, coronel Luis Caminos, el envío de todo el contingente disponible en la capital para el refuerzo de las defensas. 

Al día siguiente partía de Asunción el tren con las tropas solicitadas. La máquina llegó, con interferencias, hasta Paraguarí y, desde allí, a pie y marcha forzada, el contingente continuó hacia el frente. Sin embargo, ya no llegaría a destino porque para entonces, la batalla había concluido. 

Un día después de Ita Yvate, la tropa capitalina se reuniría a la vera del arroyo Jukyry, con el reducido grupo que acompañó al Mariscal.

Las acciones propiamente bélicas de la fecha, se remitieron al mutuo fuego de hostigamiento entre las posiciones aunque la fuerza paraguaya, había empeorado de condiciones: en hombres, armas o municiones. En ambos campamentos se asumía la conciencia de que, tras el imposible descanso de la noche, el amanecer del día siguiente traería consigo el asalto final.

Día 27 de diciembre

Era el último día de batalla en Lomas Valentinas. El contingente paraguayo había quedado reducido a 2.500 hombres incluyendo todos los refuerzos recibidos en los días previos. Al problema del estado sanitario de todos sus componentes, se agregaba el hecho que prácticamente desde el inicio de la batalla no habían probado bocado. Los aliados, conducidos por generales y oficiales de alta competencia, contaban con 21.142 soldados de las tres armas relativamente bien alimentados (a esas alturas de la contienda, los soldados ya no contarían como alimento sino lo que llevaran en sus alforjas) y, fundamentalmente, una poderosa artillería con todos los complementos adecuados para garantizar su eficacia. En consecuencia, iniciado el ataque y al promediar la mañana, la defensa paraguaya fue literalmente destrozada y una parte de la caballería brasileña tomaba rumbo hacia el Potrero Mármol, asiento del destacamento de López. 

Los paraguayos se hallaban completamente rodeados y casi sin hombres en condiciones de pelear. Fue cuando a los heridos y los niños, se les unieron también las mujeres, lo que sucedía por primera vez en la guerra, aunque a las mujeres se las volvería a ver peleando en Piribebuy y lo que quedaba de aquel martirio. 

Con los últimos 90 hombres que tenía a su alrededor y ya cuando el enemigo ingresaba a su cuartel general, López abandonaba el campo de batalla a través de un piquete inexplicablemente abierto, para dirigirse hacia Cerro León. Lo hizo al paso lento de su cabalgadura, a la vista de los aliados y sin apresuramiento. Tampoco sería perseguido. ¿Se había convenido con los aliados que fuera así?

Tras los siete días de combate los aliados habían perdido un total de 6.000 hombres, aproximadamente. Las bajas paraguayas eran de 8.000. Por la cantidad de hombres que acompañaban al Mariscal al retirarse de las Lomas Valentinas, podía concluirse que el ejército paraguayo había sido aniquilado. 

La última página de Ita Yvate

Cuando ya se retiraba con su séquito, López había dejado a Bernardino Caballero para la cobertura de su retirada. Percatado éste que el 4º batallón argentino de Infantería aparecía en el camino que seguiría el Mariscal, se apresuró a emboscarlo. Parapetado con su pequeño núcleo en un bosque, el jefe paraguayo se lanzó raudo sobre el enemigo ni bien se puso a su alcance. El batallón argentino fue completamente derrotado pereciendo en la acción su comandante, el coronel Florencio Romero, así como el resto de sus hombres.

En este sitio, ubicado a los pies del cerro Arrua’i, en una de las compañías de Itagua, la floresta todavía aguarda los vestigios de este enfrentamiento que en este atardecer del 27 de diciembre, cumple hace exactamente 150 años.