La Columna de la Libertad

El 25 de noviembre de 1870, a las diez de la mañana, juraron Cirilo Antonio Rivarola Acosta y Cayo Miltos Soteras, como presidente y vicepresidente de la República, respectivamente. El Acta se labró en el espacio entre el edificio del Congreso, la Catedral y la actual sede de la Policía Nacional, sitio que—desde entonces y hasta 1943—fue conocido con el nombre de “Plaza Constitución”.

Un poco más de dos años más tarde, el 3 de Febrero de 1873, “la Municipalidad de la Capital dispuso la erección de una columna conmemorativa en el lugar”. Debajo de la misma, en un cofre, fue colocada “una copia manuscrita de la Constitución”.

Oradores en aquel acto tanto como la crónica de los diarios en los días posteriores, coincidieron en rendir culto a la Carta Orgánica de la que, afirmaban, habría de asegurar “… al ciudadano paraguayo su felicidad y su progreso, basados en el derecho, la libertad y en la justicia”.

Los mismos interlocutores expresaban además: “El pueblo paraguayo ha traído a esa columna la ceniza de sus héroes, ha encerrado en esa misma urna sus gritos alegres y robustos de 1811, las amargas lágrimas que Francia y López les hicieron derramar sobre los hierros de su esclavitud oprobiosa. La columna contiene todo el pasado …. uno cree dibujarse medrosamente en ella y en desfile, la silueta sombría de los tiranos … y como si en las altas horas de la noche se escuchara la armonía fúnebre y contristante (sic) de millares de víctimas en sus agonías, envueltas en sudario de sangre. Ese es el pasado.”

Pasarían unos años para que estas expresiones no parecieran otra cosa sino un cruel sarcasmo. Desmentidas aquellas pretensiones con la dura realidad de la década en curso, de los años siguientes y el siglo venidero, los paraguayos, honraron el monumento de un modo muy simple y eficaz: lo olvidaron.