Sobre Héroes y Olvidos I

Artículo publicado por ABC Color en dos partes el 14 y 15 de marzo del 2018.

“La patria ESTÁ donde están los vivos. La patria ES donde están sus muertos.” ~ Josefina Pla (1903-1999)

El gobierno decretó el traslado del feriado por el Día de los Héroes, al lunes 26 de febrero. El Presidente Horacio Cartes tampoco asistió a los actos del 1º de marzo en Cerro Corá porque había agendado recibir las cartas credenciales del Embajador Argentino en el mismo día. El gesto dice mucho más que cualquier discurso, especialmente lo que es y lo que no es importante para nuestras autoridades. El “combo” de desatinos en torno al tema, simboliza también de manera perfecta, el orden de las cosas, porque sería interesante saber si para movilizar el feriado fue consultada la Secretaría Nacional de Cultura, la Academia Paraguaya de la Historia y el Ministerio de Educación y Ciencias, o si asesoraron para el tema, los advisers oficiales del Primer Mandatario o algún otro conspicuo concurrente a las rondas presidenciales del tereré. 

Si la intención fuera contar con feriados largos para fomentar el turismo o el comercio, sólo bastaba que de una vez por todas, tuviésemos nuestros lugares históricos, accesibles, limpios, bien señalizados, como sucede en cualquier país que respeta su memoria. 

Lo curioso es que los colorados se han ufanado siempre de ser “herederos de las glorias del pasado” y tuvieron nada menos que a Enrique Solano López, hijo del Mariscal, defendiendo al gobierno ante la revolución liberal de 1904. En contrapartida y por la misma época, los liberales eran señalados como enconados adversarios del Lopizmo, aunque sin embargo, algunas de sus figuras más representativas tuvieron juicios acordes con su calidad de estadistas y de paraguayos al manifestarse sobre el Mariscal y nuestro drama del ’70. 

Cuando al Gral. José F. Estigarribia, por ejemplo, periodistas brasileños le pidieron una opinión sobre López, el conductor del Chaco les contestó: “A los héroes no se los analiza, se los siente”.

Manuel Gondra, exaltaba el enorme afecto de Juan B. Alberdi hacia la causa paraguaya, de esta manera: “Sólo Alberdi hacía sonar sus gritos de protesta y su voz de defensa, mientras las armas de esforzados combatientes y de gloriosos caídos iban trazando sobre el suelo estremecido de la patria, esa inmensa diagonal de sangre y de heroísmo, que arranca en las arenas de Itapirú, y halla término en las soledades de Cerro Corá”.

Y en una conferencia que el Dr. Eusebio Ayala ofreció a un colectivo de obreros en París, en abril de 1932, el que sería Presidente de la Victoria, declaró: “¿Cómo se puede ser conservador en un país en que no hay nada que conservar si no los recuerdos heroicos?”.

Pero vinieron otros tiempos y estamos en “Democracia”. En vez de despojar a la Historia Nacional de la cautividad en que la mantuvo la Dictadura, ahora hay gente interesada en prescindir del “molesto legado” que nos carga y hasta pretenden desmantelar el Altar de la Patria. Aunque debiéramos tener presente que sin la historia podemos ser cualquiera, de cualquier parte, compradores compulsivos de ilusiones o baratijas tecnológicas, turistas desavenidos, displicentes e irresponsable en un territorio que nos sirve de campamento sólo mientras sobrevivamos. 

Son las mismas razones por las que algunos piensan que sin ataduras con el pasado, seríamos seguramente más manejables y frívolos de lo que ya somos, porque la memoria y la identidad nacional son los últimos recursos del pueblo, cuando todo parece perdido. Ellas nos impulsarán hacia un futuro mejor cuando llegue—como inexorablemente llegará—el momento del renacimiento.