12 de Febrero, Aniversario del Deportivo Recoleta...
… y el día en que me enemisté con la piña.
Sí, con la fruta.
Jugaba en el “Reco”, entonces en la Segunda División de Ascenso (no sé por qué división anda ahora) y fuimos “conminados” a jugar un partido amistoso de fútbol, con el Deportivo Peñarol de Fernando de la Mora. El juego sería en la sede de este Club, un espacio abierto, pretensiosamente llamado Cancha de Fútbol (aunque mucho mejor que la nuestra) y cuyos directivos querían agasajarnos por nuestro aniversario.
Era un sábado de tarde y un calor demencial nos asaba el cerebro. Conste que por piedad a los jugadores, se decidió el inicio del encuentro para “después de las 15:00 horas”. Es decir, a las tres. Corría, creo, el año ’70 y pico y en ese tiempo no se hacía el cambio de horario.
El partido fue muy amistoso aunque entre estertores de agonía de los jugadores de ambos equipos, terminó justo a los 90’, sin adicionales.
Debería acotar que los 22 que nos animamos a presentarnos para aquel partido, no habíamos entrenado ni para caminar una cuadra. Y traíamos todavía la resaca de Navidad y Año Nuevo, mezclados con los preludios para el carnaval.
Terminó el encuentro (no recuerdo el resultado) y los dirigentes ingresaron a la cancha a pasar revista a las bajas, tendidas en el campo de juego, al tiempo que nos anunciaban: “Allá hay un refrigerio para ustedes, muchachos”.
Allá era allí … porque la “cancha” no tenía ni alambrados. Nos precipitamos hacia los árboles bajo los que se habían colocado unos tachos que emanaban un rico olor a piña. En los mismos, flotaban algunos icebergs que sobraban de unas barras de hielo derretidas en el líquido.
No había vasos. Unas amorosas chicas nos extendían una jarra, aquellas populares de vidrio verde, llenas con el helado brebaje. El cansancio, el calor, la semi inconsciencia, hizo que aquello nos pareciera “jugo de piña” o un elixir de vida. Yo me habré tomado como tres jarras (cada una de ellas podían albergar más de un litro del líquido) … y al poco rato, empecé a recuperarme físicamente, con gran alegría. Después vinieron los mareos … y otras cosas.
Allí nos informaron que el Presidente del Peñarol era gerente de una prestigiosa fábrica de vino, entre cuyos productos, la estrella era el vino de piña “Gran Monarca”. De eso me acuerdo. Los muy desgraciados no nos avisaron que el refrigerio era puro vino. Y encima dulce. Y para colmo helado como el Ártico.
Recuerdo que nuestro centro delantero, Luís Ángel González Macchi—sí, nuestro ex Presidente de la República, el popular Lucho—me trajo a casa, tirado en la carrocería del viejo Land Rover que entonces usaba. Cuando ingresaba por el pasillo de mi hogar, sostenido por los bordes (pared de la casa y tejido del vecino), ingresé violentamente en la primera habitación cuya puerta vi abierta. Todavía tenía la sudada indumentaria canaria puesta.
Fue cuando mi madre descubrió en su cuarto, en su cama, a un jugador de fútbol semi muerto y oliendo a alcohol. Doña Rufina, que era muy sabia, no me hizo ningún reproche. Escuché cuando me dijo: “No te muevas” mientras me aplicaba una bolsa de hielo …allí. Abajo. Y quedé muerto.
Resucité al día siguiente, casi al medio día.
A partir de entonces, el sólo olor a piña, me descompone. Lo que olvidó mi cerebro, mi estómago me lo recuerdan todavía.
Pero …¡Viva el Deportivo Recoleta, carajo!
¿Cuándo es la fundación del Deportivo Recoleta?
Mi gran amigo, el que fuera combatiente de la Guerra del Chaco, Radiotelegrafista Mario Albino Ortíz Ramírez, me aseguraba que el Club se había fundado el 2 de julio, “creo que de 1912”, decía.
Había nacido de la fusión de los clubes 2 de Julio y Unión Pacífico, cuyos campos de juego eran vecinos. Uno de ellos estaba en terrenos que hoy ocupa Radio Ñandutí.
Sin embargo, las efemérides oficiales dicen que el Reco, nació en un día como hoy, 12 de febrero de 1931. No dicen la hora.