Pinochet
El editorial de ABC del día lunes 11 de diciembre del 2006, es un panegírico a Pinochet, y es un grave contrapunto a las luchas que sostuviera el diario en otros tiempos, no sólo porque falta a la verdad sino porque, contradictoria y lamentablemente, el escrito es un poderoso alegato en favor de “la eficacia funcional” de las dictaduras. Vergonzoso.
Vamos por el comienzo: “Para la izquierda internacional”, anuncia el editorial, “Pinochet es un símbolo del neoliberalismo”, pasando por alto que la derecha es hoy—y siempre fue—más internacional que ningún otro sesgo político, y que por otro lado, nadie puede considerar a Pinochet símbolo de ninguna causa que no fuera su persistente desdén a la democracia y al resto de la humanidad. De paso, el escrito de referencia nos reitera el cuento de que evitó la conversión de Chile “en una segunda Cuba”, especulación ésta que no tiene asidero alguno. Chile era democrático hasta que llegó Pinochet, y lejos de constituirse éste en “el arquitecto de la libertad, de la democracia y prosperidad que hoy goza el país”, el hoy extinto Dictador fue un criminal cebado y un corrupto de la peor especie.
Por supuesto que el editorial olvida mencionar que el Dr. Salvador Allende triunfó en las elecciones democráticas del 4 de septiembre de 1970. Lo hizo con una coalición de movimientos y partidos de izquierda denominada Unidad Popular, la que triunfaría también en las elecciones legislativas—democráticas, por supuesto—con más del 57 % de los votos dos años después. No se menciona tampoco que durante el gobierno de Allende, se cumplieron todos los rituales democráticos, al punto que el presidente cambió varias veces a sus Ministros tras interpelaciones del Congreso. Lo único antidemocrático del gobierno de la Unidad Popular fue la desembozada participación de los Estados Unidos en la promoción, financiamiento y acción desestabilizadora, tarea que tuvo la entusiasta colaboración de la derecha local y que no corresponde ni siquiera a una especulación interesada sino que están probados con sus detalles más escabrosos en documentos de la propia CIA. Y aun así, el presidente Salvador Allende tuvo, al decir de García Márquez, “...la rara y trágica grandeza de morir defendiendo a bala el mamarracho anacrónico del derecho burgués, defendiendo una Corte Suprema de Justicia que lo había repudiado pero que había de legitimar a sus asesinos, defendiendo un Congreso miserable que lo había declarado ilegítimo pero que había de sucumbir complacido ante la voluntad de los usurpadores, defendiendo la libertad de los partidos de oposición que habían vendido su alma al fascismo”.
Claro está que Pinochet tiene en Chile adherentes como los tiene Stroessner aquí, sólo que ambos no toleraron nada mas que adherentes, chupamedias y trepadores de diverso pelaje. Tampoco puede afirmarse que su víctima sólo fue la guerrilla marxista: el currículum del sanguinario dictador nos habla del asesinato de maestros, de periodistas, de estudiantes, de humildes leñadores del Sur por la sola sospecha de su militancia opositora. ¿Acaso no hemos visto los documentales de niños de no más de ocho años que, huérfanos de padre y madre, deambularon mucho tiempo solos en medio del bosque, lejos de toda asistencia, gracias a los procedimientos de la dictadura?
Sobre los supuestos logros de su “acción libertadora”, la calificación no hace sino alinearse al cinismo que siempre exhibió Pinochet, así como nadie ignora que los valores estadísticos que coronaron su gestión se fundaron en la efectiva tarea de eliminar cualquier disidencia, ya sea por el silencio, el exilio forzado o el crimen. Bajo estas condiciones ambientales, es fácil para los dictadores, acomodar las cifras y concretar milagros económicos. Especialmente cuando sin Congreso, sin oposición, sin controles de ninguna clase y con la bendición de las agencias financieras internacionales, un gobierno puede conseguir tanto crédito que hasta sobra para algunas cuentas secretas.
Por supuesto que hay quienes se han manifestado compungidos sin que éstos dieran otra razón que el Dictador los libró del comunismo. (Igual que Stroessner.) En la gestión de gobierno de Pinochet no existen—no pueden existir!—puntos blancos, y si ese es el modelo que ABC consagra, pongamos las cosas en claro y convengamos que la oposición del diario a Stroessner fue un asunto personal y no una cuestión de principios.